lunes, 15 de septiembre de 2008

Camino del aprendizaje

En el entrenamiento con niños, se han de excluir las pretensiones, a menudo exageradas, de padres y entrenadores para poder darles la posibilidad de desarrollar plenamente sus capacidades mediante un entrenamiento adecuado.
De la misma forma deberíamos de evitar las expectativas irreales por parte de los clubes sobre las facultades de aquellos. Nos encontramos en una época crucial. Los progresos son rápidos y las exigencias por parte de los padres, entrenadores y directivos no son difíciles de conseguir, pero nuestro objetivo ha de estar mucho más allá de lo que puedan alcanzar aquellos.
La diferencia fundamental entre un entrenador y un aficionado, dejando a un lado la evidente preparación necesaria, es que aquel siempre debe de tener un ojo en el futuro y no dejarse llevar por éxitos puntuales que siempre son efímeros. La continuidad y perseverancia en el trabajo es el camino que nos llevará a alcanzar los éxitos deportivos duraderos.
En categorías inferiores es demasiado frecuente confundir el éxito con la victoria en una competición. Anteponer la victoria del conjunto al éxito individual conduce a la frustración del jugador que ve una y otra vez, desde el banquillo, disfrutar del juego a sus compañeros. No hay nada que objetar ante el natural deseo colectivo de victoria pero sí al modo en el que esta se consigue si para su consecución se conculcan o compromete el derecho del individuo al aprendizaje.
Este derecho del individuo nunca puede estar supeditado ni al más legítimo de los derechos del colectivo. Mera cuestión ética. Dejando a un lado los condicionantes económicos, el entrenamiento con niños requiere grandes dosis de desinterés y paciencia. Al comienzo de su evolución, el deportista precisa la mayor estabilidad social y emocional posible. El entrenador, como parte implicada en la formación personal del niño no ha de limitar su campo de acción al mundo deportivo. Con el objetivo de profundizar en la personalidad del niño y en el mundo que lo rodea, el entrenador acudirá al contacto con padres y profesores.
Más veces de las deseadas los niños son forzados por sus padres a actuar de formas determinadas cuando lo único que están haciendo es volcar sus frustraciones en ellos. Estas intromisiones -unas veces inintencionadas y otras no tanto- son origen de confusiones. En esta situación, los padres representan una fuente de estrés.
Es natural que los padres quieran lo mejor para sus hijos -exactamente igual que el entrenador- pero cuando los convierten en una prolongación de sí mismos con un alto grado de identificación, nos encontraremos entrenando a una extensión de los padres en lugar de a un niño con la mente en otro sitio.
Cuando nos encontramos en una situación como la descrita, los padres se estarán evaluando por medio de los éxitos o fracasos del niño. Lo estarán comparando constantemente “contra”, en lugar de valorar la progresión propia y lo utilizan como un referente social ante los otros padres del grupo. Es una carga demasiado pesada para el niño. Cuando chuta a puerta, detiene un disparo, gana o juega un buen partido, no se está midiendo consigo mismo. Quizás sea este uno de los problemas más importantes con los que nos podamos encontrar.
Nuestras dotes de diplomacia y persuasión entran en juego fuera del vestuario. La solución pasa por contacto estrecho con los padres. Aquí tenemos unas sugerencias para la intervención en estos casos: Una excesiva presión sobre el niño puede dificultar el desarrollo de su progresión
Los niños no son adultos en miniatura Los entrenamientos y partidos bajo presión son propios de otras edades y resulta contraproducente adelantar esa presión en el tiempo. Todos los niños tienen un gran potencial, pero también poseen limitaciones. ¿Están los padres dispuestos admitirlas?
Todo niño necesita apoyos para desarrollarse adecuadamente, ya sea en el deporte, en la música, en el ajedrez o en cualquier otra actividad que se nos ocurra. Su personalidad está en período de formación y por lo tanto es especialmente influenciable.
Responsabilidad nuestra y por supuesto de sus padres es brindarle los apoyos convenientes. Incluso si se decide por otra disciplina deportiva -lo que pudiese resultar decepcionante para su entrenador- ha de contar con sus consejos y apoyo.

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